Esos momentos en los que necesitas una mano amiga, un hombro donde llorar, unos oídos a los que hacer llegar tus lamentos o, sencillamente, estar junto a alguien sin decir una sola palabra porque el simple hecho de que esté a tu lado te reconforta.
Esos momentos en los que sientes tanta frustración que lo único que de verdad te apetecería hacer sería gritar hasta quedarte sin aire en los pulmones, hasta destrozarte las cuerdas vocales y quedar afónica, ponerte de un rojo tan intenso que toda tu cabeza ardiera y que en tus oídos se instalara ese penetrante e irritante pitido. Todo ello porque sabes que tras ese tornado de dolor, ira, locura, frustración y angustia que te envuelve, siempre viene una reconfortante calma. Y sabes que lo darías todo por tener ese breve instante de paz interior.
Sí, uno de esos momentos como el que afortunadamente experimenté este mediodía. Momento de no saber dónde meterme para hacer que ese sentimiento de "me estoy volviendo loca" cesara por completo. Para no reventar a llorar porque una vez hubiera empezado, sabía que no podría detenerlo. De intentar no quedarme sola por un sólo segundo y darme cuenta de que llamara a quien llamara, hoy estaría sola. Hoy que no podía soportarlo. Hoy que la impotencia y la ansiedad pudieron conmigo. Hoy que no podía soportar escuchar ni una sola vez más ese sentimiento que se hacía eco entre mis pensamientos. Sentimiento anclado en lo más profundo de mis entrañas y que, al querer salir a la superficie, arrastraba todo a su paso, desgarrándome por dentro, dejándome sin aliento, haciendo que fuera incapaz de pensar en otra cosa que no fuera ese dolor tan intenso que me corroía desde dentro hacia fuera, y que recorría todo mi cuerpo.
Sí, porque a veces la vida tiene un humor un tanto agrio y se ríe en tu puta cara, haciendo que en los peores momentos y sabiendo que normalmente tendrías varias personas a las que acudir, te veas sola. ¿Por qué? Porque tú, como persona orgullosa -al igual que todo ser humano-, no quieres que sepan que estás tan mal que no les dices que necesitas quedar con ellos, simplemente les preguntas de forma casual si les apetece dar una vuelta, ir a comer algo y excusas varias. ¿Qué pasa? Pues lo que ya he dicho, que la vida es así de simpática y agradable que hace que el universo se confabule para que justo en ese preciso momento todo el mundo esté ocupado, o tengan el móvil apagado, o cualquier otra mierda cosa de esas...
Y ahí te ves tú, más sola que la una con cara de gilipollas sentada en tu coche, con la radio encendida y las gafas de sol puestas, viendo cómo salen los niños del colegio felices y sonrientes y tú llorando cual riachuelo en época de lluvias. Sí, esa era yo a las dos de la tarde de este hermoso primer día del mes de marzo, ¡bienvenido sea!
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