Nunca me había dolido tanto que me compararan con alguien a quien ni siquiera conozco, y mucho menos el que me dijeran las palabras "son iguales", palabras que sé, con absoluta certeza, que no son ciertas. De haberme hallado bajo la luz de los focos, ese dolor habría sido claramente palpable en mi mirada. No habría sido capaz de esconderlo, me encontré totalmente desarmada y desprovista de todo disimulo en esos momentos. Mis nervios me fallaron. Aguanté las lágrimas, pero algunas rebeldes afloraron a pesar de mi resistencia, no recuerdo si lo hicieron en ese preciso instante, creo que supe guardarlas durante un rato, pero escaparon más adelante en contra de mi voluntad. Y también lo hicieron después, en varias ocasiones, hasta que llegó el momento en el que ella secó la última de mis lágrimas -de esa noche, al menos. Desde ese instante, empecé a actuar como si nada pasara durante el resto de nuestro encuentro, que duró hasta el beso de la despedida -siempre el más dur