Ir al contenido principal

- Soledad en compañía ~

Esos momentos en los que necesitas una mano amiga, un hombro donde llorar, unos oídos a los que hacer llegar tus lamentos o, sencillamente, estar junto a alguien sin decir una sola palabra porque el simple hecho de que esté a tu lado te reconforta. 

Esos momentos en los que sientes tanta frustración que lo único que de verdad te apetecería hacer sería gritar hasta quedarte sin aire en los pulmones, hasta destrozarte las cuerdas vocales y quedar afónica, ponerte de un rojo tan intenso que toda tu cabeza ardiera y que en tus oídos se instalara ese penetrante e irritante pitido. Todo ello porque sabes que tras ese tornado de dolor, ira, locura, frustración y angustia que te envuelve, siempre viene una reconfortante calma. Y sabes que lo darías todo por tener ese breve instante de paz interior. 
Sí, uno de esos momentos como el que afortunadamente experimenté este mediodía. Momento de no saber dónde meterme para hacer que ese sentimiento de "me estoy volviendo loca" cesara por completo. Para no reventar a llorar porque una vez hubiera empezado, sabía que no podría detenerlo. De intentar no quedarme sola por un sólo segundo y darme cuenta de que llamara a quien llamara, hoy estaría sola. Hoy que no podía soportarlo. Hoy que la impotencia y la ansiedad pudieron conmigo. Hoy que no podía soportar escuchar ni una sola vez más ese sentimiento que se hacía eco entre mis pensamientos. Sentimiento anclado en lo más profundo de mis entrañas y que, al querer salir a la superficie, arrastraba todo a su paso, desgarrándome por dentro, dejándome sin aliento, haciendo que fuera incapaz de pensar en otra cosa que no fuera ese dolor tan intenso que me corroía desde dentro hacia fuera, y que recorría todo mi cuerpo.

Sí, porque a veces la vida tiene un humor un tanto agrio y se ríe en tu puta cara, haciendo que en los peores momentos y sabiendo que normalmente tendrías varias personas a las que acudir, te veas sola. ¿Por qué? Porque tú, como persona orgullosa -al igual que todo ser humano-, no quieres que sepan que estás tan mal que no les dices que necesitas quedar con ellos, simplemente les preguntas de forma casual si les apetece dar una vuelta, ir a comer algo y excusas varias. ¿Qué pasa? Pues lo que ya he dicho, que la vida es así de simpática y agradable que hace que el universo se confabule para que justo en ese preciso momento todo el mundo esté ocupado, o tengan el móvil apagado, o cualquier otra mierda cosa de esas... 
Y ahí te ves tú, más sola que la una con cara de gilipollas sentada en tu coche, con la radio encendida y las gafas de sol puestas, viendo cómo salen los niños del colegio felices y sonrientes y tú llorando cual riachuelo en época de lluvias. Sí, esa era yo a las dos de la tarde de este hermoso primer día del mes de marzo, ¡bienvenido sea!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Relatos cortos...√

Que de la longitud no depende la valía de un relato lo sabemos bien. Que nuestro relato lleva escritas apenas unas pocas líneas, también. Que del futuro no sabemos nada estamos seguras, pero lo que sí sé yo es que quiero caminar a tu lado convirtiendo este pequeño relato en una novela de cientos -o miles- de páginas; páginas que iremos escribiendo con cada paso que demos, porque quiero descubrir qué me depara esta historia que, hasta ahora, no ha dejado de emocionarme.

Mi bailarina de emociones...√

Y de pronto me hallo pensándote sin saber siquiera que te encontrabas danzando por aquí, por mi cabeza; sin saberte la bailarina protagonista del escenario de mi memoria, aquella en la que sigilosamente has creado un refugio que crece más y más, y que va proyectando tu imagen a su antojo. Te has convertido en esa hermosa bailarina de emociones que aparece y desaparece intermitentemente llevándose todos mis pensamientos para llenarlos de ti. Y entonces, al pensarte, te recuerdo. Te recuerdo y vuelvo a sentirte. Vuelvo a tocarte. Vuelvo a besarte y a acariciarte. Vuelvo a sentir mariposas flotando en mis entrañas. Y ahí aparece de nuevo el ansia por verte; el echarte de menos; el anhelar tus labios y el calor de tu presencia.

*¿Iguales? Lo dudo mucho.

Nunca me había dolido tanto que me compararan con alguien a quien ni siquiera conozco, y mucho menos el que me dijeran las palabras "son iguales", palabras que sé, con absoluta certeza, que no son ciertas. De haberme hallado bajo la luz de los focos, ese dolor habría sido claramente palpable en mi mirada. No habría sido capaz de esconderlo, me encontré totalmente desarmada y desprovista de todo disimulo en esos momentos.  Mis nervios me fallaron. Aguanté las lágrimas, pero algunas rebeldes afloraron a pesar de mi resistencia, no recuerdo si lo hicieron en ese preciso instante, creo que supe guardarlas durante un rato, pero escaparon más adelante en contra de mi voluntad. Y también lo hicieron después, en varias ocasiones, hasta que llegó el momento en el que ella secó la última de mis lágrimas -de esa noche, al menos.  Desde ese instante, empecé a actuar como si nada pasara durante el resto de nuestro encuentro, que duró hasta el beso de la despedida -siempre el más dur