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*Esos momentos

Esos momentos en los que un beso, una caricia o una mirada tuya hace que los nervios alojados en mi estómago estallen en cientos de mariposas volando por todo mi cuerpo, haciendo que cada uno de mis vellos se erice; que mi corazón explote en un sinfín de acelerados latidos de manera que parezca que va a salir despedido de mi pecho; que mi mente no pueda pensar nada más que en ti. 
Esos momentos en los que el resto de la gente y de las cosas que nos rodean desaparecen por completo para dar paso a un "tú y yo", a un "nosotras"; momentos en los que el tiempo se detiene y en los que nada más existe.

Sí, esos momentos que experimento todas y cada una de las veces que estoy contigo. Momentos que no cambiaría por nada porque son los que hacen del "nosotras" lo que es: algo especial.

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Relatos cortos...√

Que de la longitud no depende la valía de un relato lo sabemos bien. Que nuestro relato lleva escritas apenas unas pocas líneas, también. Que del futuro no sabemos nada estamos seguras, pero lo que sí sé yo es que quiero caminar a tu lado convirtiendo este pequeño relato en una novela de cientos -o miles- de páginas; páginas que iremos escribiendo con cada paso que demos, porque quiero descubrir qué me depara esta historia que, hasta ahora, no ha dejado de emocionarme.

Mi bailarina de emociones...√

Y de pronto me hallo pensándote sin saber siquiera que te encontrabas danzando por aquí, por mi cabeza; sin saberte la bailarina protagonista del escenario de mi memoria, aquella en la que sigilosamente has creado un refugio que crece más y más, y que va proyectando tu imagen a su antojo. Te has convertido en esa hermosa bailarina de emociones que aparece y desaparece intermitentemente llevándose todos mis pensamientos para llenarlos de ti. Y entonces, al pensarte, te recuerdo. Te recuerdo y vuelvo a sentirte. Vuelvo a tocarte. Vuelvo a besarte y a acariciarte. Vuelvo a sentir mariposas flotando en mis entrañas. Y ahí aparece de nuevo el ansia por verte; el echarte de menos; el anhelar tus labios y el calor de tu presencia.

*¿Iguales? Lo dudo mucho.

Nunca me había dolido tanto que me compararan con alguien a quien ni siquiera conozco, y mucho menos el que me dijeran las palabras "son iguales", palabras que sé, con absoluta certeza, que no son ciertas. De haberme hallado bajo la luz de los focos, ese dolor habría sido claramente palpable en mi mirada. No habría sido capaz de esconderlo, me encontré totalmente desarmada y desprovista de todo disimulo en esos momentos.  Mis nervios me fallaron. Aguanté las lágrimas, pero algunas rebeldes afloraron a pesar de mi resistencia, no recuerdo si lo hicieron en ese preciso instante, creo que supe guardarlas durante un rato, pero escaparon más adelante en contra de mi voluntad. Y también lo hicieron después, en varias ocasiones, hasta que llegó el momento en el que ella secó la última de mis lágrimas -de esa noche, al menos.  Desde ese instante, empecé a actuar como si nada pasara durante el resto de nuestro encuentro, que duró hasta el beso de la despedida -siempre el más dur